There is a country in the world poem

Following is an excerpt of ¨There is a country in the world poem¨ (original title: Hay un Paìs en el Mundo) by Dominican Poet Pedro Mir. The poem transitions from describing the beautiful land to lamenting its problems, using imagery that is dark and sad and powerful. It is clear to a reader knowledgeable of Dominican history that this poem was written during the Trujillo Era, and that the author most likely got in trouble for writing it. This is what makes it even more interesting to me. That, having forgotten Pedro Mir’s biography from elementary and high school, I can still recognize that old country he writes about, and even the time which inspired his words.

There is a country in the world
situated right in the sun’s path.
A native of the night.
Situated in an improbable archipelago
of sugar and alcohol.
Simply light,
like a bat’s wing leaning on the breeze.
Simply bright,
like the trace of a kiss on an elderly maiden
or daylight on the roof tiles.
Simply fruitful. Fluvial. And material. And yet
simply torrid, abused and kicked
like a young girl’s hips.
Simply sad and oppressed.
Sincerely wild and uninhabited.
In truth.
With three million
life’s sum total
and all the while
four cardinal cordilleras
and an immense bay and another immense bay,
three peninsulas with adjacent isles
and the wonder of vertical rivers
and earth beneath the trees and earth
beneath the rivers and at the edge of the forest
and at the foot of the hill and behind the horizon
and earth from the cock’s crow
and earth beneath the galloping horses
and earth over the day, under the map, around
and underneath all the footprints and in the midst of love…

Click here for the full original version in Spanish.

Hay un país en el mundo – poema por Pedro Mir

Hay un país en el mundo
colocado en el mismo trayecto del sol,
oriundo de la noche.
Colocado en un inverosímil archipiélago
de azúcar y de alcohol.
Sencillamente liviano,
como un ala de murciélago
apoyado en la brisa.
Sencillamente claro,
como el rastro del beso en las solteras
antiguas o el día en los tejados.
Sencillamente frutal, fluvial y material.

Y sin embargo
sencillamente tórrido y pateado
como una adolescente en las caderas.
Sencillamente triste y oprimido.
Sinceramente agreste y despoblado.

En verdad. Con dos millones
suma de la vida
y entre tanto
cuatro cordilleras cardinales
y una inmensa bahía y otra inmensa bahía,
tres penínsulas con islas adyacentes
y un asombro de ríos verticales
y tierra bajo los árboles

y tierra bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el cantío de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio el amor.
Entonces,
es lo que he declarado.
Hay un país en el mundo
sencillamente agreste y despoblado.

Algún amor creerá
que en este fluvial país en que la tierra brota,
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde el día tiene su triunfo verdadero,
irán los campesinos con asombro y apero
a cultivar cantando
su franja propietaria.
Este amor quebrará su inocencia solitaria.
Pero no.
Y creerá que en medio de esta tierra recrecida,
donde quiera, donde ruedan montañas por los valles
como frescas monedas azules,

donde duerme un bosque en cada flor y en cada flor de la vida,
irán los campesinos por la loma dormida
a gozar, forcejeando
con su propia cosecha.

Este amor
doblará su luminosa flecha.
Pero no.
Y creerá que donde el viento asalta el íntimo terrón
y lo convierte en tropas de cumbres y praderas,
donde cada colina parece un corazón,
en cada campesino irán las primaveras
cantando entre los surcos su propiedad.
Este amor alcanzará su floreciente edad.
Pero no.

Hay un país en el mundo
donde un campesino breve, seco y agrio
muere y muerde descalzo
su polvo derruido,
y la tierra no alcanza para bronca muerte.
¡Oídlo bien! No alcanza para quedar dormido.
En un país pequeño y agredido. Sencillamente triste,
triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije,
sencillamente triste y oprimido.
No es eso solamente.
Faltan hombres para tanta tierra. Es decir, faltan hombres
que desnuden la virgen cordillera y la hagan madre
después de unas canciones.
Madre de la hortaliza, madre del pan, madre del lienzo y del techo.
Madre solícita y nocturna junto al lecho…
Faltan hombres que arrodillen los árboles y entonces
los alcen contra el sol y la distancia.
Contra las leyes de la gravedad.
Y les saquen reposo, rebeldía y claridad.
Y los hombres que se acuesten con la arcilla
y la dejen parida de paredes.
Y los hombres
que descifren los dioses de los ríos
y los suban temblando entre las redes.
Y hombres en la costa y en los fríos desfiladeros
y en toda desolación.
Es decir, faltan hombres.
Y falta una canción.

Procedente del fondo de la noche
vengo a hablar de un país.
Precisamente pobre de población.
Pero no es eso solamente.
Natural de la noche soy producto de un viaje.
Dadme tiempo, coraje
para hacer la canción.

Pulmón de nido nivel de luna
salud del oro guitarra abierta
final de viaje donde una isla
los campesinos no tienen tierra.

Decid al viento los apellidos
de los ladrones y las cavernas
y abrid los ojos donde un desastre
los campesinos no tienen tierra.
El aire brusco de un breve puño
que se detiene junto a una piedra
abre una herida donde unos ojos
los campesinos no tienen tierra.

Los que la roban no tienen ángeles
no tiene órbita entre las piernas
no tiene sexo donde una patria
los campesinos no tienen tierra.

No tienen paz entre las pestañas
no tienen tierra, no tienen tierra.

País inverosímil.
Donde la tierra brota
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde alcanza la estatura del vértigo,
donde las aves nadan o vuelan pero en el medio
no hay más que tierra:
los campesinos no tienen tierra.
Y entonces
¿de dónde ha salido esta canción?
¿Cómo es posible?
¿Quién dice que entre la fina
salud del oro
los campesinos no tienen tierra?
Esa es otra canción. Escuchad
la canción deliciosa de los ingenios de azúcar
y de alcohol.

Miro un brusco tropel de raíles
son del ingenio
sus soportes de verde aborigen
son del ingenio
y las mansas montañas de origen
son del ingenio
y la caña y la yerba y el mimbre
son del ingenio
y los muelles y el agua y el liquen
son del ingenio
y el camino y sus dos cicatrices
son del ingenio
y los pueblos pequeños y vírgenes
son del ingenio
y los brazos del hombre más simple
son del ingenio
y sus venas de joven calibre
son del ingenio
y los guardias con voz de fusiles
son del ingenio
y las manchas del plomo en las ingles
son del ingenio
y la furia y el odio sin límites
son del ingenio
y las leyes calladas y tristes
son del ingenio
y las culpas que no se redimen
son del ingenio
veinte veces lo digo y lo dije
son del ingenio
“nuestros campos de gloria repiten”
son del ingenio
en la sombra del ancla persisten
son del ingenio
aunque arrojen la carga del crimen
lejos del puerto
con la sangre y el sudor y el salitre
son del ingenio.

Y éste es el resultado.
El día luminoso
regresando a través de los cristales
del azúcar, primero se encuentra al labrador.
En seguida al leñero y al picador
de caña
rodeado de sus hijos llenando la carreta.

Y al niño del guarapo y después al anciano sereno
con el reloj, que lo mira con su muerte secreta,
y a la joven temprana cosiéndose los párpados
en el saco cien mil y al rastro del salario
perdido entre las hojas del listero. Y al perfil
sudoroso de los cargadores envueltos en su capa
de músculos morenos. Y al albañil celeste
colocando en el cielo el último ladrillo
de la chimenea. Y al carpintero gris
clavando el ataúd para la urgente muerte,
cuando suena el silbato, blanco y definitivo,
que el reposo contiene.

El día luminoso despierta en las espaldas
de repente, corre entre los raíles,
sube por las grúas, cae en los almacenes.
En los patios, al pie de una lavandera,
mojada en las canciones, cruje y rejuvenece.
En las calles se queja en el pregón. Apenas
su pie despunta desgarra los pesebres.
Recorre las ciudades llenas de los abogados
que no son más que placas y silencio, a los poetas
que no son más que nieblas y silencio y a los jueces
silenciosos. Sube, salta, delira en las esquinas
y el día luminoso se resuelve en un dólar inminente.
¡Un dólar! He aquí el resultado. Un borbotón de sangre.
Silenciosa, terminante. Sangre herida en el viento
Sangre en el efectivo producto de amargura.
Este es un país que no merece el nombre de país.
Sino de tumba, féretro, hueco o sepultura.

Es cierto que lo beso y que me besa
y que su beso no sabe más que a sangre.
Que día vendrá, oculto en la esperanza,
con su canasta llena de iras implacables
y rostros contraídos y puños y puñales.
Pero tened cuidado. No es justo que el castigo
caiga sobre todos. Busquemos los culpables.
Y entonces caiga el peso infinito de los pueblos
sobre los hombros de los culpables.

Y así
palor de luna
pasajeros despoblados y agrestes del rocío,
van montañas y valles por el río
camino de los puertos extranjeros.

Es verdad que en el tránsito del río,
cordilleras de miel, desfiladeros
de azúcar y cristales marineros
disfrutan de un metálico albedrío,
y que al pie del esfuerzo solidario
aparece el instinto proletario.
Pero ebrio de orégano y de anís
y mártir de los tórridos paisajes
hay un hombre de pie en los engranajes.
Desterrado en su tierra. Y un país
en el mundo,
fragante,
colocado en el mismo trayecto de la guerra.
Traficante de tierras y sin tierra.
Material, matinal y desterrado.

Y así no puede ser. Desde la sierra
procederá un rumor iluminado
probablemente ronco y derramado.
Probablemente en busca de la tierra.
Traspasará los campos y el celeste

dominio desde el este hasta el oeste
conmoviendo la última raíz
y sacando los héroes de la tumba
habrá sangre de nuevo en el país
habrá sangre de nuevo en el país.

Y esta es mi última palabra.
Quiero oírla. Quiero verla en cada puerta
de religión, donde una mano abierta
solicita un milagro del estero.
Quiero ver su amargura necesaria
donde el hombre y la res y el surco duermen
y adelgazan los sueños en el germen
de quietud que eterniza la plegaria.

Donde un ángel respira.
Donde arde una suplica pálida y secreta
y siguiendo el carril de la carreta
un boyero se extingue con la tarde.
Después, no quiero más que paz.
Un nido de constructiva paz en cada palma
Y quizás a propósito del alma
el enjambre de besos
y el olvido.

PEDRO MIR

Dominican Poet ( 1913-2000)

Resignación – poema

Resignacion. Foto: fall colors West Des Moines, IA. biteslife.com
Resignacion. Foto: fall colors in Iowa. Source: biteslife.com

Rondando por el blog “Recetas de Motivación Personal“, me encontré con la entrevista del Chef Pablito con Alguien. Fui a su blog y me encontré con esta poesía, bella por cierta y como mi corazón hoy está un poco partío y comparto con él las ansias de que me abrace la resignación, aquí enlazo a su poema. Gracias por este post.

En el Dolor del Vacio, Nacen Muchas Esperanzas.

Ohhh tu resignación
Ama y maestra de los sufrimientos
Reina de la desesperanza y ruin cómplice del dolor.
Ven a mi te lo imploro
Húndete en mis venas
Calma mi fe
Y ahógame en la noche negra.

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Amor del negrito

Amor del negrito. Foto: malecon de Santo Domingo

Amo a Quisqueya con sus buenas y sus malas,

su bullicio empedernido, su basura y su smog;

la sonrisa de los fruteros en las calles llenas de tràfico,

los tígueres en los barrios con sus patas sucias y sus cacuchas,

el fuifuio de los hombres a las mujeres en la calle,

el calor del carajo, el regateo, el lío…

sus playas, sus flores, su gente, sus ríos,

sus atardeceres, sus monumentos, sus arrabales y sus vainas;

su comida, sus brazos abiertos, sus ojos hambrientos y saciados,

sus eses comidas, sus apagones y escasez;

lo que sobra, lo que falta, lo bailado, lo gozado

sus coños, su desgracia, su gracia y su valor:

Amo a Quisqueya.

Amo a la vida con sus vaivenes,

sus mojigangas y cuentos, sus sube-y-bajas

las oportunidades que brinda, cuando le da la gana,

las que nos quita, cuando también decide…

la eterna ruleta, el esperar admirado,

el subirse a lo que sea porque uno nunca sabe,

el luchar, el cogerlo suave, el descansar, el viajar

el aprender, el lograr, el no lograr y aprender

el observar, el entender

un día si y el otro no.

¿Qué carajo es la vida, por qué estamos y a dónde vamos?

Amo la vida.

Amo a mi familia ayer, hoy y siempre:

su corazón bueno, su genio del carajo;

su ética de trabajo, su sensibilidad social

su preocupación humana, su inteligencia, su vigor…

su espíritu de unión, su sencillez y su soberbia;

sus dolores, su espera,

lo que fue y lo que es.

Amo a mi familia, sin comer cuentos.

Te amo a ti, alto y delgado

con tu piel rosa, tus facciones finas

tus manos dulces, tu calma, tu hombría

tus sueños gigantes, tu continua osadía

tu risa, tu ser y lo que vivo contigo

el toque de tus manos, tus mensajes de texto

saber que estás cuando miro hacia atrás

el tener sin tenerte,  sin mayor explicación.

Por tuttysan © 2007

Amor del negrito – poesía. Foto: malecón de Santo Domingo, República Dominicana.